06 mayo 2010

"El hombre inquieto", Henning Mankell

He encontrado este comentario que dejé escrito en un blog cuando acabé de leer la novela.
Lo reproduzco aquí:

Tengo la sensación de que para Henning Mankell fue una obligación escribir esta novela, del mismo modo que lo ha sido para mi leerla. A los dos nos ha costado lo nuestro llegar al punto y final.
Ahora todos creemos estar en paz; Mankell con sus lectores (en tanto que como "Dios Padre" tenía la “obligación” moral de completar la biografía de Wallander, cerrar el círculo de su vida) y nosotros -sus lectores- acompañando hasta el final a Wallander y leyendo esta irregular, última novela.
El trato dado al detective es algo injusto (potestad del autor, al fin y al cabo) pues la obra se construye sobre dos endebles pilares; un simple, casi burdo, compendio de recuerdos y pasajes de anteriores novelas (así el escritor se ahorra pensar demasiado la trama de esta novela, demostrando que ya está arto del personaje) y una trama de espías, militares y familias que algo ocultan, bastante pobre y trasnochada. Lo bueno de ambos casos es que, por un lado, puedes prepararte mejor para un posible concurso sobre la vida, obra y milagros de Kurt y por otro lado puedes ejercitar tu mente ideando nuevas tramas, algo más complejas que esta. En descargo del autor diré que nunca fueron demasiado interesantes las tramas policiales que escribió, el gran acierto de esta serie policíaca está más en la descripción del personaje principal, no tanto los secundarios y el entorno en el que ocurren las cosas.
Creo que no es necesario extenderme más; para mí, el resultado final es lo que decía al principio; una obligación para Mankell y otra para sus lectores.
Una pena, pues estos últimos siete u ocho años me estuvo agradablemente acompañando Wallander, se convirtió en una especie de padre lejano, más bien el tío por parte de madre que vive lejos, y ahora siento que su autor no estuvo a la altura de nuestras espectativas (en descargo de Mankell diré que las espectativas siempre las ponemos nosotros, él no es culpable directo de lo que crece en nuestro cerebro) deshaciendose del personaje más que despidiéndose de él.

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