Dice François Ozon en una entrevista para El Mundo que, "generalmente son las dictaduras las que atacan la cultura", en relación al aumento del IVA cultural y el impacto que esa medida tiene entre el sector, las personas que tratan de acceder por medios legales a contenidos culturales y la sociedad en general.
No puedo estar más de acuerdo porque acallando todas las voces a base de cerrar el grifo y no ofrecer alternativa posible, el poder consigue, seguro que involuntariamente (ja), perpetuarse y crecer a imagen, semejanza (difuminada y borrosa; con trazos bastos, vamos) y directrices que buenamente se les pueda ocurrir en esos consejos de ministros de la mañana de los viernes -momento, por otra parte, en el que más que propuestas se escuchan ocurrencias.-, y que se han convertido (los consejos de ministros) en una especie de sainete o vodevil interpretado en el Salón de Actos del Reino de los Cielos Terrenales, y obligando de paso a toda la sociedad a vivir bajo la sombra de los despojos que les sobren a los ministros tras la fiesta semanal.
Un ejemplo:
El otro día fui a ver El Hotel Transilvania y la broma me costó alrededor de 30 €, contando que éramos tres los que la vimos. Lo único que se me ocurre decir sobre la experiencia es que la cuota mensual de Canal + sale más a cuenta que ir al cine.
No volveré en mucho tiempo.
El cine ha muerto.
Gracias Rajoy.
Sin palabras.
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