
Me llamó la atención este perro que, permaneciendo ajeno al ajetreo circundante, esperaba junto al portón el retorno de su dueño.
O igual vió pasar a la vecina del portal de enfrente con una ristra de longanizas colgando del capazo y el animal lo que hacía era esperar atento que se presentara su oportunidad.
Yo lo haría. O nó, porque desgraciadamente nosotros, las personas, nos regimos por leyes y pautas éticas que impiden -a algunos- o limitan ejercer libremente nuestro albedrío.
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