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Con las últimas lluvias llegan las oportunidades para aquellos que tengan que pasear un perro a primera hora de la mañana.
Es domingo, llueve, poco pero llueve. Me desvela el aguacero a las siete y media de la mañana, me aparto del calor de la cama, cojo al perro en una mano, el paraguas en la otra y la cámara colgada al cuello y salgo a la calle.
Objetivo en mente; mientras le doy la vuelta de rigor -al perro-, me entretengo buscando la foto que inmortalizará, si no mi fama, si la mañana lluviosa que me ha regalado este domingo.