

Entre el antes y el después solo hay media hora de distancia, algo de aceite de oliva, orégano, un poco de sal, otro de pimienta, reposar y a servir.
Esos de la foto son los ingredientes que usé para mi último plato de pasta. La semana que viene haré otro distinto, con otros ingredientes y otro sabor.
Mi problema es que nunca repito el plato anterior, con lo que ni lo recuerdo, ni lo mejoro.
Soy cocinero de fin de semana, a veces me llevo el premio y a veces el abucheo de la grada. Hace poco compré una salsa de Sudáfrica en El corte inglés para preparar un plato de pasta sorpresa, ya vaya con la sorpresa; aún estamos corriendo alrededor de la mesa, sacando humo por la boca y con el estómago llorando por culpa de la letra pequeña que no leí del dichoso sobre de salsa. Una cobinación del auténtico Wasabi samurai, pimientos del piquillo picantosos y chile repicante del Mexico más profundo. Todo ello batido, mezclado, elevado a la enésima potencia y multiplicado por dos.
Un horror.
Menos mal que no invité a comer al jefe.
O quizás una pena.