27 mayo 2009

Desde mi balcón


Mientras hacía las fotos anteriores, hice también esta foto.
Quisiera que alguien me explicara por qué en ocasiones algo nos llama la atención cuando estamos mirando a través del objetivo, lo capturamos haciendo click y sin embargo, ese mismo algo, que nos pareció tan interesante en aquel momento, deja de decirnos nada cuando nos sentamos frente al ordenador y volvemos a esa misma imagen.
Supongo que la clave de esta pregunta es que la respuesta correcta nos lleva al dominio ya no solo de la técnica sino del arte de la fotografía.
Saber mirar.

Santa Quiteria


La gente de la foto anterior esperaba ver pasar a hombros de gallardos voluntarios, a la Matrona (si es Patrono será Matrona, ¿no?)del pueblo.
La foto en sí no tiene interés, salvo remarcar el poco habitual nombre de dicha Santa -Quiteria-, por eso le he dado "un toque" extra al procesado. Un hervor, que dicen por aquí.

La espera


Esta foto requiere pocos comentarios.
Para su ejecución pedí a todos mis vecinos de escalera que salieran a la calle, se colocaran tal como harían si estuvieran esperando que pasara por allí delante una procesión y ya puestos, pedí también que apartaran los coches aparcados.

O eso, o que realmente pasaba una procesión y la gente esperaba. Seguramente no tenían nada mejor que hacer, por eso permanecían allí, como en stand by.
Y mientras, ¿yo qué?. Pues tampoco tenía mejor que hacer, salvo esta foto, que sí, que ya sé; está descompensada, pero es que en el desequilibrio está la composición. Por lo menos en esta composición.

23 mayo 2009

Camisetas














Para saciar el hambre que much@s de vosotr@s sentís ante la alarmante falta de actividad en este blogg ;-), hoy subo un experimento que se me ha ocurrido hace un rato.
Se trata de camisetas en las que "serigrafío" primeros planos de imágenes -las de los labios y ojos no son mías, las he "cogido prestadas" de Flikr- para ver cual es el resultado.
No es nada original, lo sé, pero es que últimamente solo veo camisetas con frases más o menos ocurrentes, graffittis, pachworks y poco más. Y siempre, siempre, el dichoso logo de la marca de turno.

18 mayo 2009

La carrera







Desde la barrera

La espera






Leí la semana pasada un artículo en Dzoom sobre objetivos descentrables y el efecto Tilt Shift.
Este sábado hice una foto (la que ilustra esta entrada) que me recordó un poco lo que ese artículo comentaba, así que he entretenido manipulando un poco la imagen para ver si conseguía yo también la sensación de fotografiar una maqueta.
Ya me contaréis.

Esta casa es una ruina

Antes
Después

Esta mañana me he dado cuenta de lo oportuno que es en ocasiones registrar el momento (el instante presente) con una cámara fotográfica.
Hace aproximadamente un mes fotografié una caseta de campo que ya me había llamado la atención anteriormente por su fragilidad estructural. Cuando la ví, supe que estaba viviendo sus últimos días.
Y no me quivoqué porque esta mañana, al volver a pasar por delante de ella, he visto que el porche metálico de la entrada ya se ha caido y que si mal estaba el día que le hice la primera foto, peor está hoy porque es toda ella una ruina.

Crisis


Esta es una de las muestras más claras que he visto últimamente de que estamos en crisis:
En un folleto publicitario de una de las cadenas más grandes de electrodomésticos de este país, me encuentro de frente con este producto; una máquina de coser.
Estos últimos años, que fueron de derroche, lujo (para algunos, claro) sin fundamento y algo de despilfarro, nadie se paraba a remendar la ropa usada. Ahora, con esto de la crisis, si puedes coser las costuras de esas prendas que antes se iban alegremente al contenedor de la ONG de turno, ahorras cuatro durillos que bien te pueden venir para acabar de pasar el mes.
Ay, Señor... y dicen que se observan brotes verdes.
¿No será que estamos en manos de daltónicos?

16 mayo 2009

Fragmentos

Se me ocurre la trama para una pequeña historia.
Es la siguiente; Son las siete de la mañana, y estamos en la plaza del pueblo, vemos como van llegando los tenderos y montando lo que un rato más tarde será el mercado -en mi pueblo era el de los martes y viernes-.
Nos adentramos paso a paso, despacio, entre el silencioso bullicio y oímos las pausadas conversaciones que mantienen las gentes del mercado. Son historias intrascendentes, conversaciones necesariamente entrecortadas tanto por el deambular de nuestros pasos a medida que avanzamos hacia el interior de la plaza como por la necesaria atención –o no tanta, puesto que ya lo han hecho mil veces antes, quizás por eso conversan- que requiere el ensamblaje de los hierros que forman los tenderetes. Su trabajo les obliga adividir la atención entre lo que cuentan y lo que hacen con sus manos.
Los mercaderes hablan de mil trivialidades; de sus problemas, inquietudes, ocupaciones, de la famosilla de turno que aparece en no se sabe qué programa de la TV... Hablan sin parar de trabajar, los zapatos deben quedar expuestos ordenadamente, las mejores piezas de fruta convienen quedar a la vista, escondiendo las otras debajo, los pantalones comprados a los chinos deben colgarse a la vista de los futuros compradores. Es necesario que todo quede montado antes de que lleguen los primeros clientes: mamá se pasará por aquí antes de marchar a la oficina, la vecina del barrio, que tampoco se pierde ninguna oferta, será la siguiente en llegar, el camionero acostumbrado a su manzana fresca vendrá después… Mi historia quiere recoger fragmentadamente las conversaciones de esos tenderos. Se ha cometido en el pueblo un crimen, un robo, una violación o un adulterio sonado, lo que sea, yo por lo menos lo desconozco aún, al fin y al cabo acabo de llegar al mercado. El caso es que nadie sabe tampoco con certeza lo que ha pasado, es lo que ocurre siempre, que la verdad solo es una pero está fragmentada en mil pedazos. Al unirlos no siempre vuelven a dar la misma verdad y eso ocurre porque no tenemos el manual que nos indica dónde va colocado cada uno de los fragmentos. Oiremos conversaciones fragmentadas, ya digo, todas relacionadas con el triste suceso ocurrido el fin de semana anterior. Cada uno tiene su teoría de lo acontecido. Nosotros no nos detendremos a escuchar ninguna conversación al completo, iremos oyendo lo que dicen a medida que nos paseamos por entre los puestos pero al final de la historia, uniendo todas las conversaciones escuchadas tendremos la solución de lo ocurrido. Otra cosa es que sepamos unir adecuadamente las piezas, las conversaciones.
Seguramente yo no soy capaz de desarrollar esto que cuento, principalmente porque no soy escritor. La gracia de la historia está en el hecho de que si hay veinte personas contando una historia de veinte maneras diferentes, ninguna de esas personas sabe con certeza lo que ha ocurrido realmente, sin embargo, sumando lo que cada una de ellas dice nos encontramos de frente con la historia real y completa de lo acontecido. Por ejemplo; una de ellas comentará que X es el culpable, seguro. Pero lo dirá sin convicción, simplemente porque de pequeño ya le caía mal, pero acertará. Aunque también habremos oido antes el nombre de otros posibles culpables, pero el caso es que uno de los tenderos se ha decantado, aunque sin convicción por uno en concreto, casualmente -o no tanto- el verdadero culpable. Otra persona dirá que se trata de un robo de por lo menos 100.000€ y un compañero, conociendo su tendencia a la exageración –solo hace falta comprobar los abultados precios que marcan los productos de su parada- le dirá que reste por lo menos 90.000€. Seguro que la cifra resultante será la correcta. Y lo será.
Y así con todo.
Como digo, al final, cuando consigamos salir del mercado, tendremos la historia completa, la solución del enigma (si lo hay), las claves correctas para montar esos fragmentos que hasta hace un momento estaban, uno a uno, esparcidos por toda la plaza, en posesión de los mercaderes.

En fin, un dia de estos me pongo y la acabo.

Geometrías visuales