03 marzo 2012

Trabajando a ciegas, en equipo

Este texto no es mío. Lo encontré en la red. Es muy bueno, iun pequeño ejercicio estilístico, un compendio de recursos literarios al servicio de una idea, la legitimación de algo que hacen cientos de personas en internet. El texto es del gran Hernan Casciari, se puede encontrar AQUÍ: http://blogs.elpais.com/espoiler/2007/10/de-dnde-es-a-qu.html Los miércoles a las nueve de la noche, hora de Nueva York, la cadena norteamericana ABC emite una serie de televisión que me gusta. A esa misma hora un mexicano llamado Elías, dueño de un vivero en Veracruz, la está grabando directamente a su disco rígido, y tan pronto como acabe subirá el archivo a Internet, sin cobrar un centavo por la molestia. Tiene esta costumbre, dice, porque le gusta la serie y sabe que hay personas en otras partes del mundo que están esperando por verla. Lo hace con dedicación, del mismo modo que trasplanta las gardenias de su jardín para que se reproduzca la belleza. A las once de la noche de ese mismo miércoles, Erica, una violinista canadiense de veinticuatro años que ama la música clásica, baja a su disco rígido la copia de Elías y desgraba uno a uno los diálogos para que los fanáticos sordomudos de la serie puedan disfrutarla; distribuye esos subtítulos en un foro tan rápido como puede. No cobra por ello ni le interesa el argumento: lo hace porque su hermano Paul nació sordo y es fanático de la serie, o quizás porque sabe que hay otra mucha gente sorda, además de su hermano, que no puede oír música y debe contentarse con ver la televisión. A las 3:35 de la madrugada del jueves, hora venezolana, Javier baja en Caracas la serie que grabó Elías y el archivo de texto que redactó y sincronizó Erica. Javier podría ver el capítulo en idioma original, porque conoce el inglés a la perfección, pero antes necesita traducirlo: siente un placer extraño al descubrir nuevas etimologías, pero más que nada le place compartir aquello que le interesa. Para no perder tiempo, Javier divide el texto anglosajón en ocho bloques de tamaños parecidos, y distribuye por mail siete de ellos, quedándose con el primero. Inmediatamente le llega el segundo bloque a Carlos y Juan Cruz, dos empleados nocturnos de un Blockbuster bonaerense que suelen matar el tiempo jugando al ajedrez, pero que ocupan los miércoles a la madrugada en traducir una parte de la serie, porque ambos estudian inglés para dejar de ser empleados nocturnos, y también porque no se pierden jamás un capítulo. El tercer bloque de texto lo está esperando Charo, una ceramista de Alicante que está subyugada por la trama y necesita ver la serie con urgencia, sin esperar a que la televisión española la emita, tarde y mal doblada, cincuenta años después. El cuarto bloque lo recibe María Luz, una tipógrafa rubia y alta que trabaja, también de noche, en un matutino de Cuba: María Luz deja por un momento de diseñar la portada del diario y se pone rápidamente a traducir lo que le toca. Dice que lo hace para practicar el idioma, ya que desea instalarse en Miami. El quinto bloque viaja por mail hasta el ordenador de Raquel y José Luis, una pareja andaluza que vive de lo poco que le deja una librería en el centro de Sevilla. Llevan casados más de veinticinco años, no han tenido hijos, y hasta hace poco traducían sonetos de Yeats con el único objeto de poder leerlos juntos, ella en un idioma, él en otro. Ahora, que se han conectado a Internet, descubrieron que además de buena poesía existe también la buena televisión. El sexto bloque le llega a Ricardo, en Cuzco: Ricardo es un homosexual solitario —y muchas noches deprimido— que traduce frenéticamente mientras hace dormir a su gato Ezequiel. El séptimo lo recibe Patrick, un inglés con cara de bueno que viajó a Costa Rica para perfeccionar su español, lo desvalijó una pandilla casi al bajar del avión pero igual se enamoró del país y se quedó a vivir allí. Y el octavo bloque le llega, al mismo tiempo que a todos, a Ashley, una chica sudafricana de madre uruguaya que es fanática de la serie porque le recuerda (y no se equivoca) a su libro favorito: La Isla del tesoro. Los ocho, que jamás se han visto las caras ni tienen más puntos en común que ser fanáticos de una serie de la televisión o de un idioma que no es el materno, traducen al castellano el bloque de texto que le corresponde a cada uno. Tardan aproximadamente dos horas en hacer su parte del trabajo, y dos horas más en discutir la exactitud de determinados pasajes de la traducción; después Javier, el primero, coordina la unificación y el envío a La Red. Ninguno de los ocho cobra dinero para hacer este trabajo semanal: para algunos es una buena forma de practicar inglés, para otros es una manera natural de compartir un gusto. A esa misma hora Fabio, un adolescente a destiempo que vive en Rosario, a costas de sus padres a pesar de sus 23 años, encuentra por fin en el e-mule la traducción al castellano del texto. Con un programa incrusta los subtítulos al vídeo original, desesperado por mirar el capítulo de la serie. A veces su madre lo interrumpe en mitad de la noche: —¿Todavía estás ahí metido en Internet, Fabio? ¿Cuándo vas a hacer algo por los demás, o te pensás que todo empieza y termina en vos? —Tenés razón mamá, ahora mismo apago —dice él, pero antes de irse a dormir coloca el archivo subtitulado en su carpeta de compartidos para que cualquiera, desde cualquier máquina, desde cualquier lugar del mundo, pueda bajarlo. Fabio jamás olvida ese detalle. Los jueves suelo levantarme a las once de la mañana, casi a la misma hora en que Fabio, a quien no conozco, se ha ido a dormir en Rosario. Mientras me preparo el mate y reviso el correo, busco en Internet si ya está la versión original con subtítulos en español de mi serie preferida, que emitió ocho horas antes la cadena ABC en Estados Unidos. Siempre (nunca ha fallado) encuentro una versión flamante y me paso el resto de la mañana bajándola lentamente a mi disco rígido, para poder ver el capítulo en la tele después de almorzar. Mientras espero, escribo un cuento o un artículo para Orsai: lo hago porque me resulta placentero escribir, y porque quizás haya gente, en alguna parte, esperando que lo haga. El artículo de este jueves habla de Internet. Dice, palabras más, palabras menos, algo que hace veinticinco años dijo Borges mucho mejor que yo, en un poema maravilloso que se llama Los Justos: “Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire. El que agradece que en la tierra haya música. El que descubre con placer una etimología. Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez. El ceramista que premedita un color y una forma. Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada. Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. El que acaricia a un animal dormido. El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho. El que agradece que en la tierra haya Stevenson. El que prefiere que los otros tengan razón. Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.”

01 marzo 2012

De mal en peor

Otra más; estos del PP despiden ahora a los investigadores del ministerio de hacienda -bueno, en realidad han despedido a sus jefes y eso ya me molesta un poco menos, que yo no he sido nunca jefe de nada-, decía que han despedido a los que investigaron el caso Gurtel y Urdangarín Urdangarónsin palabras.
Madre mía la que le espera a este país y a los que se han visto obligados a quedarse dentro del mismo. Yo soy uno de ellos y temo por mi futuro, en tanto que el presente se tizna de negro y los indicadores de evolución futura son absoluta y definitivamente negativos (salvo para la selección de futbol que esos parecen comer aparte).
Un desastre de país, oiga.
Vergüenza debiera darnos lo que estamos haciendo entre todos, pues no en vano más de uno de los aquí presentes votó al PP en las últimas elecciones (o al PSOE, que no es lo mismo pero es igual), legitimando todas estas medidas a ciegas que siguen aplicando para mayor carcajada de los dueños de esas manos oscuras, garras tenebrosas, que tejen los destinos del mundo "civilizado".
Digo yo que nos civilizaron para que hoy sean 4 gatos los que salen a la calle a quejarse.
El problema de esos cuatro es que no está en la calle el culpable de lo que está pasando.

Lo dejo ya que estoy hablando de Hacienda; temas mayores de los que mejor mantenerse lejos, muy lejos. No vaya a ser que...

29 febrero 2012

La trampa pepera

Día a día y medida absurda tras medida absurda, se va confirmando que este gobierno pepero sabe tanto como el que ya teníamos, cosa por otra parte que ya intuíamos.
Bueno, quizás sea más exacto decir que sabe un poco más que el anterior gobierno porque ganando de calle las elecciones consiguieron asientos de primera para apoltronar, al menos durante 4 años, sus orondos traseros.

06 febrero 2012

Lecciones de vida


Droga blanda


Trabajo








Estos días andamos ocupados con eventos varios, espero que no desvaríos.
El caso es subo algunas imágenes realizadas durante la jornada laboral porque forman parte de mi afición fotográfica, que no es tanto una cuestión que me venga de pequeño sino un acercamiento a este arte a partir de la popularización de las cámaras digitales.
A mí, lo que realmente me gusta desde el principio de mis tiempos es toquetear trastos informáticos y si a ello añadimos una formación artística -estudié BBAA-, un toque de curiosidad y también algo de interés por el aprendizaje (factor este fundamental), obtenemos como resultado fotografías como estas que subo hoy que, no dejando de estar hechas por un amateur, parecen razonablemente bien hechas.
Sobre todo teniendo en cuenta los límites a los que me enfrento cuando las hago, aunque esa es ya otra historia.

03 febrero 2012

Cita: La democracia es el peor de los sistemas políticos

"La democracia es el peor de los sistemas políticos, una vez descartados todos los demás".

No sé quién fue el primero en decir la ocurrente frase de ahí arriba pero la suscribo a medias, porque últimamente ya no tengo tan claro que esto de las democracias sirva para algo más que para que unos cuantos políticos elegidos por el pueblo -eso sí-, no padezcan la misma crisis que el resto de democráticos mortales.
Basta ver a la Chacón y su séquito y al Rubalcaba y su otro séquito para comprobar que parecen vivir en una realidad paralela a la nuestra. Aquellos que sepan de qué va Fringe encontrarán paralelismos entre la Chacón y Anna Torv, aunque se quedan en eso; mundos paralelos, no realidades perpendiculares, de las que se encuentran en algún momento en un mismo punto.
Por cierto, dejo al Rajoy y a su séquito para otro día porque bastante tiene el pobre con mantener a raya el color gris de la barba y ya de paso la compostura ante este juguete roto llamado España que le ha tocado en suerte. Me lo imagino con  el país en sus manos dándole vueltas a un lado y a otro sin saber bien cómo entrarle.
Y es que el juguete en cuestión venía sin manual de instrucciones y claro, con la educación que hemos recibido producto de tanto cambio de ley educativa ¿qué otra cosa podíamos esperar de nuestros políticos? Al fin y al cabo han sido educados con esos mismos planes educativos ¿cómo vamos a esperar que sean ellos, los políticos españoles, quienes nos saquen del atolladero?

Louie



No sé nada de esta serie porque no la encuentro ni en español ni subtitulada por nungún sitio, aunque eso es lo de menos.
Lo de más es que acabo de fijarme en el fondo de la imagen, en lo que hay detrás del primo lejano de Larry David que aparece en primer plano, en una muy obvia vertical derecha que cumple la regla de los tres cuartos, decía me ha gustado esa unión "inconsciente" que forma las letras pintadas de la pared con los edificios recortadso del fondo.

Giro a la derecha


Terrores infundados



Por aquí baja Nosferatu, cuchillo en mano, para dar un buen susto al tonto que no guarde la espalda.

Relaciones humanas


Podría escribir algo relacionado con esta imagen, no lo voy a hacer porque hay personas que aparecen en esta foto y no las conozco.
No suelo fotografiar a personas porque tampoco me hace gracia que me fotografíen a mí, sin embargo esta imagen me gusta porque hay una relación entre los grupos de personas que aquí aparecen que está más o menos buscada y hay también una composición que puede no ser la más acertada, pero la he elegido yo.

30 enero 2012

Arquitectura caótica...


...o el peor punto de vista posible.

La calle prohibida



Una imagen que hubiera sido buena, denuncia social incluida, o por lo menos mejor de lo que es, en caso de haberme fijado que arriba de la puerta hay un santo o virgen y que este (o esta) debería haber salido equilibrando la composición.
Otro tema es el halo, dadme 1000 o 2000 euros para comprar mejores objetivos y luego hablamos.

Mayday, Mayday...


Sin palabras... o tantas como se nos ocurran, que esta imagen un 11 de septiembre puede herir sensibilidades.

24 enero 2012

Cevisama 2012


Se acerca un año más la fecha de la próxima feria cerámica.
Yo trabajo para Venus Cerámica y dentro de unas semanas daremos a conocer el nuevo catálogo de novedades.

23 enero 2012

La marca


He modificado un poco la historia que subí ayer porque en ella fallaba un poco la localización. Creo que ahora está mejor.

Sobrepasado por los acontecimientos, Hermelindo Quintana decidió quitarse la vida. Pensó que a pesar de ser una solución brusca y aséptica, sus problemas quedarían definitivamente resueltos.
Como tantas otras veces en su vida, se equivocaba.
Plampalacios está abandonado desde lo de la presa, constituye pues un escondrijo ideal o por lo menos eso pensaba Hermelindo cuando decidió salir con lo puesto de Zaragoza y convertir aquellas ruinas heredadas veinte años atrás en morada temporal. Su idea inicial era dejar correr el tiempo a la sombra de los chopos y avellanos en los montes que tan bien conocía desde niño, esconderse al abrigo de las grandes piedras caídas y los oscuros y frondosos matorrales de la zona, beber de las frías aguas del Cinca, alimentarse de frutos secos, raíces, algún que otro conejo despistado y mientras tanto, esperar paciente a que lo suyo fuera olvidado, que pasara a la página 7 del Periódico de Aragón o por lo menos que dejara de ser titular de portada.
Sin embargo, nunca llegó a poner en marcha ese plan inicial. Su ánimo se vino abajo cuando descubrió casualmente la marca incrustada en la piedra dejada por manos anónimas sobre la mesa del salón, supo entonces que ya era demasiado tarde, que estaba irremediablemente perdido. El críptico mensaje iba dirigido exclusivamente a él y no por de sobras conocido, su descubrimiento resultó menos demoledor.
Sabía qué iban a hacerle si era atrapado por ese grupo de mercenarios asesinos, ciegos en la venganza, sordos ante los ruegos, crueles y expeditivos en los castigos. Debía actuar ya si quería morir sin dolor.
Bajó de tres en tres las escaleras y cruzó el rellano sin mediar palabra con Ahmed, el portero, con quién había compartido en el pasado más de un secreto de esos que a nadie más que a uno mismo importa. El pobre Ahmed ya tenía suficiente cruz -en este caso media luna-, soportando por un mísero sueldo las tonterías de Hermelindo Quintana y el resto de inquilinos, le hacía falta el dinero -a quién no-, así que de ser necesario lo hubiera aguantado una vez más, pero no fue el caso. El portero respiró aliviado y continuó con lo suyo, más tarde diría al agente que lo entrevistó que Hermenegildo, Hermelindo o como quiera que se llamara el fulano ese del cuarto B, no habló con él.
Ya en la calle y como si se tratara de un autómata en modo automático, una gallina sin cabeza o un enfermo terminal, se encaminó hasta el cercano puente que no es el más alto de cuantos cruzan el Ebro pero sí tiene un grupo de peñascos y salientes en la base que lo ha convertido en el favorito de esos locos que se acercan las madrugadas de los sábados para lo del puenting. Quintana iba a saltar sin cuerda. Doble mortal con tirabuzón invertido.
Un salto de diez puntos y de salvarse, unos cuantos más en la cabeza.
Favorecido por las sombras de la tarde y arrimado a las paredes llegó Hermelindo al puente sin que él creyera haber sido visto por nadie. Avanzó unos cien metros hasta alcanzar la parte central, se asomó al borde para comprobar el nivel de las aguas que bajan camino al Delta y ya de paso si continuaban en su sitio los peñascos que como tiburones con la boca abierta, aguardaban el salto de Hermelindo para poner punto final a su azarosa vida.
Alzó una pierna sobre la baranda, y dándose un tembloroso impulso se subió a ella. Distraído, alargó una mano hacia la farola central para mantener el equilibrio y mientras hacía aquello trataba de hacerse una composición de lugar.
Según había leído no sabía donde, en momentos como aquel los recuerdos acumulados durante la vida pasan rápidos por la mente, sin embargo Hermelindo estaba en blanco y seguía actuando un poco como si fuera un muñeco movido con hilos ajenos a su voluntad. Cierto que por propia voluntad había decidido que poner fin a su vida, que esta era la mejor alternativa posible para resolver su situación, pero tampoco había sido capaz de confrontar esa vía de escape con alguna otra distinta que no pasara precisamente por encontrarse dentro de unos minutos con el Hacedor.
—Perdón, ¿Va usted a saltar primero o desea aguardar su turno?, es que yo estaba antes
...

Cegado por los acontecimientos recientes, Hermelindo Quintana decidió quitarse la vida. Pensó que aquella era una solución sencilla, un tanto aséptica y brusca, cierto, pero definitiva. Como tantas otras veces en su vida, se equivocaba.
Plampalacios está abandonado desde lo de la presa, constituye pues un escondrijo ideal o por lo menos eso pensaba Hermelindo cuando decidió convertir aquellas ruinas heredadas veinte años atrás en morada temporal. Su idea inicial era dejar correr el tiempo a la sombra de los chopos y avellanos en los montes que tan bien conocía desde niño, esconderse al abrigo de las grandes piedras caidas y los oscuros y frondosos matorrales de la zona, beber de las frías aguas del Cinca, alimentarse de frutos secos, raíces, algún que otro conejo despistado y mientras tanto, esperar paciente a que lo suyo fuera olvidado, que pasara a la página 7 del diario del Altoaragón o por lo menos que dejara de ser titular de portada.
Sin embargo, al descubrir casualmente la escueta marca sobre la piedra, supo que ya era demasiado tarde, que estaba irremediablemente perdido. El críptico mensaje iba dirigido exclusivamente a él y no por de sobras conocido, su descubrimiento resultó menos demoledor.
Sabía lo que le iban a hacer cuando le atraparan, ellos eran así; ciegos en la venganza, sordos ante los ruegos, mudos en las advertencias, crueles y definitivos en los castigos.
Bajó de tres en tres las escaleras y cruzó el rellano sin mediar palabra con Ahmed, el portero, con quién había compartido en el pasado más de un secreto de esos que a nadie más que a uno mismo importa. El pobre Ahmed ya tenía suficiente cruz -en este caso media luna-, soportando por un mísero sueldo las tonterías de Hermelindo y el resto de inquilinos, le hacía falta el dinero -a quién no-, así que de ser necesario lo hubiera aguantado una vez más, pero no fue el caso. El portero respiró aliviado y continuó con lo suyo, más tarde diría al agente que lo entrevistó que Hermenegildo, Hermelindo o como quiera que se llamara el fulano ese del cuarto B, no habló con él.
Ya en la calle y como si se tratara de un autómata en modo automático, una gallina sin cabeza o un enfermo terminal, se encaminó hasta el cercano puente que no es el más alto de cuantos cruzan el cinca pero sí tiene un grupo de peñascos y salientes en la base que lo ha convertido en el favorito de esos locos de la capital que vienen los sábados a lo del puenting. Quintana iba a saltar sin cuerda cuerda, doble mortal con tirabuzón invertido. Un salto de diez puntos, unos cuantos más en la cabeza, de salvarse.

…¿Continuará?


Geometrías visuales